El sábado estuve en La Romareda presenciando el Zaragoza - Atlético de Madrid. Un partido a vida o muerte con casi lleno en la grada y en el que la salsa estaba tanto en lo que acontecía en el césped como en lo que pasaba en varios partidos a cientos de kilómetros de distancia.
Pues bien, siguiendo las indicaciones establecidas al efecto, el videomarcador se limitaba a mostrar el equipo local, el visitante y el resultado. Y así todo el encuentro. Es decir, lo que a nadie le importaba porque estaba viendo. Que el gasto de luz empleado se lo podrían haber ahorrado, porque los "taytantos" mil aficionados sabían:
a) que un equipo era el Real Zaragoza (además, llevaba su indumentaria habitual).
b) que el otro era el At. de Madrid (igual era porque iban de azul)
c) el resultado (a no ser que aconteciera un marcador de balonmano o baloncesto), que a eso iban y, de verdad, que a la gente no se le pasa
El videomarcador no informaba del tiempo transcurrido ni de las variaciones de los marcadores de otros encuentros. Se supone que ¿para minorar la violencia? ¿para una mayor pureza de la competición? ¿para no generar stress en los banquillos?
Pues bien: vamos a dar una primicia nacional. Bueno, dos.
Existe un aparato económico, llamado radio, que permite sintonizar diferentes cadenas en las que nos cuentan el partido y lo que pasa en los otros que también puedan interesar. Incluso se puede hacer a través del teléfono móvil, donde además podemos ver la prensa digital en directo con idéntico resultado.
Y hay otra invención espectacular llamada reloj, que permite saber la hora y el tiempo que pasa desde un determinado momento. Algunos incluso llevan cronómetro y se puede hacer con exactitud. Y en los teléfonos móviles hay de las dos cosas.
Así es que aunque el videomarcador permaneciera mudo, la gente en general sabía lo que estaba pasando y el tiempo transcurrido. Alguno no, y preguntaba y se lo decían. Por lo que la censura del videomarcador, si me lo permiten, es una absoluta y auténtica gi-li-po-llez, que a lo sumo obliga al espectador a asistir con reloj y radio o teléfono móvil, y con eso arreglamos lo que alguien con tanto celo pretende ocultarnos.
Así que, desde aquí, proponemos que finalice el absurdo. Claro, que igual me hacen caso y prohíben llevar relojes, radios y móviles al campo...